embargo, muchas de las revelaciones de Dios parecen también haber sido verbales, bien habladas audiblemente, bien por algún modo más mental (Jer 30:2).11 . Tanto el AT como el NT enseñan que el lenguaje escrito de los profetas poseen una autoridad equivalente a la de las palabras del mismo Dios. En Isaías 34:16, por ejemplo, el profeta parece referirse a su propio escrito como «el libro de Yahweh»; y en 2 Pedro 1:20–21, la negación de la «interpretación privada» para la profecía
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